Nuestra salida o abandono del mercado de trabajo guarda relación directa con la imposible conciliación de vida familiar y laboral, tiene rostro de mujer el 97,2% de quienes permanecen fuera del mercado laboral por razón de cuidados. Así, la naturalizada división sexual del trabajo hace que la participación de las mujeres en el mercado laboral esté estructuralmente por debajo de la de los hombres.
La precariedad femenina se sustenta en peores condiciones de trabajo, peores salarios, mayoría de contratos a tiempo parcial e invisibilización y desvalorización de nuestra fuerza de trabajo, en la producción y en la reproducción y así pese a la incorporación a la actividad económica remunerada las trabajadoras difícilmente podemos obtener los recursos económicos suficientes que garanticen nuestra independencia económica.
Con la crisis se refuerza la división sexual del trabajo, cuando se recortan guarderías, hospitales de día o atención a la dependencia, será sobre las espaldas de las mujeres trabajadoras sobre las que recaigan esas tareas y se profundiza nuestra doble dependencia familiar en cuanto cuidadoras y en cuanto marginadas del trabajo asalariado. Asumiremos esas tareas de cuidado de familiares en exclusiva, en un constante y casi imposible equilibrio con el mundo laboral.
No queremos una igualdad formal de oportunidades en la esclavitud salarial. El modo más cabal de ser mujer y trabajadora en un sistema de explotación que no hemos elegido es adquirir conciencia de nuestra condición de doblemente oprimidas y pasar a la organización de nuestra fuerza revolucionaria para cambiar la sociedad.
Comentarios recientes