El paso de una DANA por el sureste de la península, ha tenido unas consecuencias terriblemente desastrosas para la comarca de la Vega Baja del Segura, en la provincia de Alicante. A las cuantiosas pérdidas materiales (viviendas, vehículos, cosechas, infraestructuras, etc.) hay que sumar el coste humano de tres víctimas mortales en nuestra comarca. Una vez pasado el temporal toca analizar las causas, evaluar los efectos y buscar soluciones. Lo más socorrido por el poder capitalista ha sido achacar todo este fenómeno a simples causas naturales. Y evidentemente, las tormentas son fenómenos naturales. Sin embargo, la voracidad de la barbarie capitalista tiene mucho que ver en las causas estructurales de estos fenómenos naturales.
El capitalismo en su lógica de producción sin control en pos del beneficio de unos pocos, se ha dedicado ferozmente a esquilmar recursos naturales sin contemplación: explotación de acuíferos, incendio masivo de bosques, agotamiento y esterilización de tierras, emisión desorbitada de gases nocivos, etc.
En definitiva una explotación de recursos sin límites que ha modificado profundamente territorios, hábitats y el propio clima. El cambio climático es ya una realidad, no es algo que podamos parar a posteriori, más bien, a lo que nos ha abocado el capitalismo es únicamente a minimizar sus efectos, en gran parte irreversibles. Y por muchas cumbres climáticas que se hagan, por muchos compromisos de baratillo que firmen, y por mucha concienciación ecológica que nos quieran meter como si esto fuera una cuestión individual y no colectiva, el problema va a seguir estando ahí.
Si no se elimina de raíz este modo de producción invasivo, destructivo e insolidario, todo lo demás son remiendos ineficaces. Por ejemplo, cuando sabemos que el 70% de las emisiones de CO2 a nivel mundial son provocadas por tan solo 100 empresas, por no hablar de la gestión privada de las basuras convertida en un opíparo negocio. El capitalismo no pone coto a eso y parece que los principales culpables somos la clase obrera porque no hemos separado correctamente nuestra basura en contenedores de colores.
Todo este modo de producción desenfrenado es el que ha provocado un aumento de la temperatura global que tiene su efecto más inmediato en el deshielo de los polos con el consiguiente aumento de la temperatura de mares y océanos. El mar Mediterráneo ha aumentado su temperatura considerablemente respecto a la última riada (la de 1987) alcanzando temperaturas de mar tropical, ello provoca que el nivel de evaporación sea mayor, lo que se traduce en lluvias más intensas y de carácter torrencial. El fenómeno de la “gota fría” forma parte del paisaje habitual del levante español, pero ahora viene incrementado de manera virulenta por esta mayor evaporación de agua. De ahí que hayamos tenido las desorbitadas cifras de 500 litros por metro cuadrado.
A los efectos irreversibles del cambio climático, hay que sumar la deficiente gestión del territorio en el sureste español. En uno de los territorios de mayor aridez y déficit hídrico se ha instalado un modelo de negocio depredador y devastador como es el urbanismo salvaje asociado al turismo residencial. Un modelo tildado de “milagro económico” que ha venido a sustituir las actividades relacionadas con la huerta y derivadas de esta. El capitalismo ha generado mucho dinero en muy poco tiempo que ha ido a parar a pocas manos, en alianza estratégica con gestores públicos que por un lado generaban el relato de alabanza a estos “emprendedores” que iban a generar riqueza para el pueblo y por otro lado, modificaban planes de ordenación urbana, recalificaban terrenos, adjudicaban contratos, etc…, en un perfecto entramado corrupto en el que el pueblo era mero testigo de su expolio y del enriquecimiento de los “nuevos ricos”. Se construyó sin tener en cuenta las advertencias del terreno: estamos en una zona plagada de ramblas con zonas inundables, se ha ocupado el espacio del curso del río, se taponaron acequias naturales para construir encima de ellas.
Y finalmente, el déficit de infraestructuras hídricas y de mantenimiento de estas. No se han ejecutado obras tan necesarias como la Rambla de Abanilla, el encauzamiento del río en Orihuela se ha demostrado insuficiente, el canal del trasvase se rompió en varios puntos merced a su falta de mantenimiento, esa falta de mantenimiento llevó a la rotura de la mota del río anegando de manera inesperada la zona de Almoradí y alrededores, todo el cauce del río estaba plagado de vegetación no deseada y basura que no se eliminó aun en previsión de gota fría.
El responsable de todo este mantenimiento es la Confederación Hidrográfica del Segura, una institución que en teoría debería velar por el interés general, pero que en la práctica está al servicio del capital y los grandes terratenientes en detrimento del pequeño agricultor.
El robo de agua, la contaminación del Segura, los pozos ilegales, dragados del río no justificados, junto al déficit de mantenimiento antes descrito, forman parte de la hoja de servicios de esta institución nutrida con dinero público pero metida de lleno en corruptelas y falta de transparencia. Sabiendo que estamos en una zona de riesgo por inundaciones y lluvias torrenciales, habría que ejecutar un plan para minimizar las consecuencias derivadas de estas. Como sugiere Jorge Olcina (Responsable del laboratorio de climatología de la Universidad de Alicante): “hay que preparar los territorios a la nueva realidad climática que ya se manifiesta. Habrá que construir en las ciudades colectores de gran capacidad, depósitos pluviales, parques inundables. Cualquier obra de este tipo que no esté dimensionada para asumir lluvias de 200 litros en una hora, no servirá para nada; seguirá dando problemas”. El problema es el de siempre, el poder capitalista municipal, autonómico y central, ven estas medidas como un gasto y no una inversión. Y al igual que con los incendios se actúa (si es que se hace) cuando el monte ya está quemado. Lejos de actuar, más bien se hace todo lo contrario, se construye desaforadamente incumpliendo la ley de suelo, se quiso instalar la ciudad deportiva de Orihuela en plena Rambla de Abanilla, se pretende aumentar el polígono industrial en medio de esta.
Afortunadamente, los servicios de Aemet decretaron la alerta roja un día antes del paso de la DANA, lo que contribuyó a salvar vidas. No obstante, a pesar de haber suspendido las clases, toda actividad pública y los avisos y las llamadas a no salir de casa bajo ningún concepto; se permitió por parte de las administraciones sin escrúpulos a que obligaran a sus trabajadores a ir a sus centros de trabajo, poniendo la clase obrera en peligro su vida y obligando a los servicios de emergencia a realizar actuaciones extra. La administración pública es capaz de mandar al matadero a la clase obrera con tal de no molestar los intereses del capital. Tanto en los polígonos de Orihuela, como Albatera, los trabajadores fueron obligados en plena alerta roja a ir a sus centros de trabajo y a recuperar las horas y ser expuestos a sanciones en caso de que no acudieran. Muchos de estos trabajadores quedaron atrapados sin poder salir, aislados por el agua, en sus centros de trabajo.
Este comportamiento negligente y temerario por parte del capital jamás será reprimido por una administración pública cómplice con la explotación capitalista. La clase obrera nuevamente humillada y amenazada por un sistema insaciable que solo busca generar ganancia a costa de lo que sea. Un terrorismo patronal que se ceba con la vida de miles de trabajadores cada año. Tras el paso de la DANA, el panorama desolador fue paliado con la solidaridad de clase. Cientos de casas de familias humildes fueron destrozadas, y allí se pudo comprobar como vecinos, familiares y amigos establecían una red de ayuda y apoyo para las tareas de limpieza, evacuar a personas con movilidad reducida, suministrar alimentos, etc. En situaciones de catástrofes, es cuando nos damos cuenta de que el virus individualista que nos inocula el capital constantemente en todos los ámbitos, es desplazado por el apoyo mutuo, la cooperación y el saber que dependemos del otro para subsistir. Los lazos colectivos y el tejido social se activó para poder salir adelante. La humanidad brotaba en medio de la desgracia, el ponerse en el lugar del otro; en esos momentos se articuló un pueblo que llevaba anestesiado mucho tiempo, solo el pueblo salva al pueblo.
En paralelo a este esfuerzo colectivo, tuvimos que soportar la presencia de políticos que en permanente campaña electoral vinieron a la comarca a echarse la foto en un desafortunado desfile grotesco y ofensivo.
Desde el PCPE, agradecemos profundamente el trabajo de los sanitarios y los servicios de emergencia que han estado trabajando sin descanso estos días. Colectivos que son servicios públicos indispensables y que hay que valorar y proteger de la voracidad privatizadora capitalista. Y cómo no, a todo el voluntariado y toda la gente particular que ha echado una mano y se ha ocupado de la situación de las familias obreras y populares.
Denunciamos así mismo, a los culpables de que este episodio haya tenido consecuencias tan nefastas, a la dejadez de las diferentes administraciones públicas y a la voracidad sin freno del capitalismo. Solo un cambio urgente de modelo productivo y social nos puede llevar a minimizar las consecuencias de un cambio climático irreversible.
¡Socialismo o barbarie!
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