Últimamente están proliferando manifestaciones públicas y convocatorias de protesta contra los menores extranjeros no acompañados, los denominados “mena”, incluyendo algún que otro acto violento contra los centros de acogida. Este fenómeno se está dando a lo largo y ancho del territorio del Estado, incluyendo nuestros barrios alicantinos.
Los menores extranjeros no acompañados que llegan a España son niños y niñas y adolescentes. Muchos vienen de países en conflicto como Siria, donde los principales responsables de las tragedias humanitarias causadas son casi siempre los países de acogida, entre ellos España, miembro de la organización criminal OTAN. Otros llegan en pateras huyendo del hambre y la miseria que imponemos a los países periféricos con nuestra política exterior de rapiña. Dejan atrás sin esperanza ni futuro a compañeros, amigas y familiares o por el camino, muertos, en el cementerio en que se ha convertido el Mediterráneo. Los hay que no conocen el juego o incluso el calor de sus madres o padres. Pasan la infancia de puntillas en un aprendizaje acelerado de supervivencia física y emocional que tendrá secuelas el resto de sus tristes vidas.
Cualquier ser humano bien nacido debiera sentir compasión, empatía, solidaridad, necesidad de ayuda, de cambio, de mejora social, y sin embargo, acomodados en el sofá de sus casas con calefacción y las barrigas llenas, hay quienes despotrican, insultan y organizan protestas contra la parte más débil de nuestra sociedad. Lanzan mensajes de odio vinculándolos con la criminalidad de nuestros barrios: robos, agresiones sexuales, inseguridad…
Hay “menas” que delinquen, al igual que hay hijos e hijas de familias acomodadas que también lo hacen, pero solo se criminaliza al primer colectivo, mientras que se individualiza el delito en el segundo. Nadie proclama que los guardias civiles son unos violadores aunque uno formara parte de la “manada”. Tampoco que los policías sean unos femicidas, aunque hayan protagonizado la autoría de más de uno. Sin embargo, se asocia maliciosa e interesadamente delincuencia e inmigración. Si hicieramos un sondeo, la mayoría poblacional piensa que las personas extrajeras son quienes más delitos comenten, y que además por procedencia hay colectivos como los magrebíes que se llevan la palma. Falsas acusaciones como la de VOX contra el colectivo norteafricano atribuyendo la violación de una joven en Cullera, cuando realmente se trató de españoles, ayuda a extender esta creencia. La realidad es que cerca del 75% de los delitos se comenten por españoles y casi un 10% adicional por ciudadanos de la UE1. Sin entrar en el carácter de los delitos cometidos por extranjeros (en su mayoría delitos menores), estos datos desmienten por sí solos la perversión de la acusación.
Si ya es grave de por sí el mensaje de odio y racismo que se propaga falsamente, cuando el centro de la diana es una niña o o un niño, ya no es que sea grave; es simplemente asqueroso.
EN DEFENSA DE LOS MENAS
Imagino que entre los manifestantes que acuden a estos actos de odio habrá muchos tipos de personas, incluso aquellos y aquellas que saludan en la escalera de la comunidad y parecen majetes. Habrá quienes vayan dejándose arrastrar como borregos a pastar, y solteras o casados, sin hijos o con hijas o nietos. Quizá los hijos e hijas de esta gente también sean víctimas del ambiente de odio fascista que se respira en sus hogares y también merezcan nuestra comprensión y compasión.
El resto de la vecindad, quienes no somos degenerados por un sistema que alimenta el egoísmo y el individualismo y que trata a las personas como mercancías, no podemos consentir que el fascismo se apodere de las calles para aullar con desprecio a los más desfavorecidos. Por el contrario, debemos comenzar a construir un tejido amplio de solidaridad antifascista, no sectario ni excluyente, que grite más alto que los voceros de la extrema derecha, que reivindique un movimiento vecinal vivo, al servicio de nuestra clase trabajadora, integradora y que avance en la construcción de un barrio, una ciudad, un pais y un mundo más justo e igualitario.
PCPE-l’Alacantí
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