ASUNTO: LOS PARTIDOS COMUNISTAS Y OBREROS EN LAS CONDICIONES DE LA PANDEMIA Y DE LA CRISIS CAPITALISTA EN DEFENSA DE LA VIDA, LA SALUD Y LOS DERECHOS DE LAS CAPAS POPULARES, EN LA LUCHA POR CAMBIAR LA SOCIEDAD, POR EL SOCIALISMO.
LA COVID-19 COMO UNA CONSECUENCIA DEL AGOTAMIENTO SISTÉMICO Y DE LA INSOSTENIBILIDAD DEL CAPITALISMO.
El nuevo ciclo de la crisis capitalista, que ya se estaba iniciando desde hace más de un año, se ha acelerado con el estallido de la pandemia de la Covid-
19. El escenario mundial es de caída generalizada de los principales indicadores económicos, aumento desmesurado del paro y el empobrecimiento de amplios sectores de la clase obrera (se dice que tan solo en el sector turismo serán 150 millones de empleos lo que se perderán). Todos los indicadores se sitúan a la baja, si bien el capital financiero (BlackRock y otros fondos buitres, así como monopolios transnacionales como Amazon, Google, Microsoft, etc.), aprovechan el momento para adueñarse de nuevos sectores económicos, que se encuentran más debilitados en esta situación, y aumentan de forma importante su poder y su control sobre sectores cada vez más amplios de la economía. Toda crisis capitalista se salda con un salto cualitativo en el proceso de concentración y centralización del capital.
La pandemia es consecuencia, entre otros factores, de la forma en que la actividad del capitalismo está forzando todos los límites en su intervención sobre la Naturaleza, poniendo en riesgo las mismas condiciones de vida de la población mundial. Hoy está siendo el SARS-CoV2, pero mañana puede aparecer cualquier otro factor que igualmente genere efectos devastadores sobre la vida en el planeta, y sobre la situación política general.
Pero la lucha de clases a nivel internacional sigue estando centrado en la crisis general del sistema capitalista que, habiéndose insinuado en el verano de 2007, estalla de manera definitiva con la caída en bolsa de Lehman Brothers en 2008, y que, llegando hasta nuestros días, preanuncia no sólo su continuidad, sino la agudización de sus siniestras consecuencias para la inmensa mayoría de la población mundial: más pobreza, más desigualdad, más explotación, más precariedad, más hambruna, más violencia, más guerras, etc.
De acuerdo con el desarrollo de las fuerzas productivas, la principal contradicción capital-trabajo adquiere una situación de aumento constante de la explotación y empobrecimiento de la clase obrera y los sectores populares. El proceso de concentración del capital provoca actualmente que el 1% de la población mundial acapare el 50% de la riqueza, y que también se produzca un aumento de las diferencias entre las potencias capitalistas y los países expoliados, que primero padecieron la ocupación colonial, y ahora sufren la dependencia crónica con las antiguas metrópolis, es decir, con las potencias imperialistas. El enriquecimiento de las oligarquías y el empobrecimiento de los países sometidos a los intereses del capital, ha llegado a cotas tan exageradas como la que proporciona que en 2018 el dueño de Amazon tuviera una riqueza igual que la de los 132 países más pobres del planeta.
La causa principal es “la baja tendencial de la tasa de ganancia” que se configura en términos marxistas como elemento central de la composición orgánica del capital y que actúa socialmente en el desarrollo de la lucha de clases en su actual fase imperialista a través de: a) En el seno de su propio estado contra la clase obrera y los sectores populares (es decir, las mayorías sociales); b) Contra los pueblos y países que se oponen a ser sometidos, expoliados y explotados (tanto en el campo económico-financiero, como en el de la superestructura cultural e ideológica).
Nos encontramos, pues, en que el alto desarrollo de las fuerzas productivas ha llegado a tal situación que, una fase ascendente de las mismas, genera contradicciones más agudas, y disminuye ostensiblemente el factor del valor en sí mismo del producto/mercancía. Por consiguiente, el concepto científico de la composición orgánica del capital y su contradicción principal (capital/trabajo), conducen a un camino sin retorno ni avance en el seno del propio sistema capitalista.
Con ello, transcurridos 12 años desde el estallido de la crisis, y a pesar del crecimiento económico que han experimentado algunas economías, la imposible salida de la crisis dentro del propio sistema capitalista, genera también las pugnas entre las propias potencias imperialistas, principalmente por la apropiación de los recursos naturales, de los “mercados” y de los servicios públicos, no pudiendo ser distribuida equitativamente para satisfacer las necesidades de todas las voraces oligarquías nacionales y los monopolios internacionales, es decir, por la propia naturaleza de la burguesía como clase dominante.
Esta contradicción muestra la fase violenta, senil y final del sistema que ya fue teorizada por Lenin en su obra “Imperialismo, fase superior del capitalismo” que formuló hace un siglo, y donde nos encontramos con una agudización de las contradicciones interimperialistas que aumentan el grado de violencia contra los pueblos en general, pero de modo más agresivo con los que han apostado por construir el socialismo o por
gobiernos que deciden defender su soberanía y sus recursos materiales.
Estas contradicciones interimperialistas se focalizan en el marco de la lucha por la hegemonía que actualmente ostenta EE.UU. desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Si en la primera etapa de este período la confrontación se producía entre el capitalismo y el socialismo que se construía principalmente en la URSS y los países orientales europeos, con la caída de la construcción socialista en estos estados, la hegemonía capitalista se refuerza con EE.UU. como potencia dominante que implica, a su vez, un aumento de estas contradicciones a través de la lucha de los diferentes monopolios por adueñarse de los recursos naturales, clave de bóveda de la arquitectura de dominación capitalista.
La Humanidad está sometida a las brutales consecuencias que se derivan del desarrollo exponencial del sistema capitalista mundial. El capitalismo está obligado hoy a forzar todos los mecanismos sociales, económicos, ambientales, militares, para tratar de mantener la ganancia capitalista. Promueve e implanta todo tipo de necesidades artificiales en la sociedad con tal de mantener sus ganancias, aunque esas necesidades nada tengan que ver con el desarrollo social y el bienestar de las personas.
El consumismo, la destrucción de la naturaleza, la destrucción de las tierras fértiles por la agroindustria intensiva, el agotamiento de los recursos pesqueros por su sobreexplotación, la contaminación de los mares, la destrucción de las fuentes de producción de oxígeno, el aumento de la temperatura, la contaminación de los acuíferos por el uso del uranio empobrecido en las guerras imperialistas, etc. Una lógica irracional de destrucción de las condiciones de vida en el planeta, solamente justificada por la obtención de la ganancia capitalista.
Un factor fundamental que estrangula las economías nacionales y se convierte de hecho en un elemento de dependencia del capital financiero internacional es la deuda mundial, que antes de la pandemia estaba en 255 billones de dólares, lo que supone el 322 % del PIB mundial. Por poner un ejemplo, los acuerdos alcanzados en el seno de la UE para enfrentar las consecuencias económicas de la Covid-19 incrementarán todas estas cifras hasta cotas muy superiores. Se asigna a España una “ayuda” de 140.000 millones de euros, en un plazo de seis años, de los cuales 72.700 millones son préstamos y el resto a fondo perdido.
La deuda mundial, ficticiamente repartida entre los siete mil millones de habitantes del planeta, supone una carga individual de 36.000 dólares, bebés incluidos. Es una deuda que parasita toda la producción de valor, y se convierte en una deuda impagable que no tiene otro futuro que aumentar cada día más hasta su colapso total.
Al mismo tiempo, las sucesivas crisis cíclicas de sobreacumulación de capital
generan unas ingentes cantidades de capital, en buena medida inmovilizados en los paraísos fiscales por las dificultades para la obtención de la necesaria tasa de ganancia. Siendo un dinero opaco, su cuantificación precisa resulta complicada, aunque algunas fuentes la cifran en 12 billones de dólares, equivalente a un tercio del PBM (Producto Bruto Mundial). Esta ingente cantidad de dinero es una combinación de negocios ligados al narcotráfico, comercio clandestino de armas y evasión fiscal. Pero, en el aspecto que más interesa al análisis marxista, ello es una consecuencia directa de las crisis de sobreproducción.
¡En este escenario opera la barbarie del imperialismo que se manifiesta con toda su crudeza!
La guerra imperialista, como herramienta de dominación del capital monopolista, es el principal instrumento de acumulación junto con la plusvalía obtenida de la explotación del trabajo. Salvaguardada en la propaganda del sistema bajo los falsos valores del “orden libre y abierto para garantizar la libertad de los pueblos”, ofrece objetivamente la siniestra realidad de la apropiación de los recursos naturales por métodos punitivos sancionados en el Derecho Internacional. Con su poder de destrucción, genera inmensos beneficios al capital monopolista de la industria militar, del sector inmobiliario, del transporte, etc. Nos encontramos, pues, en lo que algunos teóricos han simplificado como “el negocio de la muerte”.
La violencia extrema en la etapa final por agotamiento del sistema socio- económico capitalista marca la pauta en el mundo actual. Desde la 2GM, decenas de intervenciones imperialistas se han producido en los continentes asiático, africano y latinoamericano. Se calcula que las intervenciones directas del imperialismo yanqui han provocado 30 millones de muertos, 300 millones entre heridos, mutilados e impedidos, así como cientos de millones de desplazados. Las intervenciones imperialistas que más víctimas han tenido son las guerras de Corea, Vietnam, las dos guerras Irán-Irak (alentadas y promovidas por el imperialismo yanqui), aparte de las de Afganistán, Angola, el Congo, Sudán, Guatemala, etc.
Con ella, aumentan inexorablemente los gastos militares con fines siniestros, continúan las maniobras militares en distintos escenarios, con mayor agresividad si cabe. Y, ni una sola guerra se ha parado en la etapa de la Covid-19; no ha habido ni un solo alto al fuego. No han sido puestos en libertad cientos de miles de presos y presas que se les mantiene en prisiones con todo tipo de carencias sanitarias. Ningún bloqueo impuesto por el imperialismo ha sido desactivado.
La nueva carrera armamentista se sitúa en el marco monopolista del desarrollo del capitalismo.
Consecuentemente, en el momento actual de la lucha de clases, la carrera
armamentista es un factor indispensable para el proceso de acumulación del capital. EE.UU. presiona dentro de la OTAN para que los gobiernos incrementen sus aportaciones hasta el 2% del PIB de cada país. Mientras tanto, las 100 empresas más importantes de la industria militar de EE.UU. han facturado 398.000 millones de dólares desde el 2002, creciendo a un ritmo del 2,2% anual, suponiendo un incremento del negocio del 44% en los últimos 15 años. Las empresas de la industria de la guerra en EE.UU. siguen acaparando el 57% del negocio de la muerte en la guerra.
En este apartado, las nuevas tecnologías lideran claramente el tipo de armamento que determinará una hipotética guerra mundial
El uso de las nuevas tecnologías para fines militares incrementa también los riesgos de guerra de una forma especial. Armamentos hipersónicos, o la tecnología 5G aplicada a la guerra con enjambres de drones, dibujan nuevos escenarios que dejan obsoletas los “grandes armamentos” del siglo pasado como los portaaviones, o las bases militares de grandes dimensiones. Nuevas exigencias de esta antisocial estrategia de poder requieren de gigantescas inversiones económicas que se detraen de las necesidades sociales.
Pero el imperialismo también ejecuta su agresión con otros instrumentos, también violentos y realizados desconsiderando el Derecho Internacional, así como resoluciones de organismos internacionales. Uno de ellos es el “Bloqueo” que se utiliza como arma de destrucción y cuyas víctimas principales son los pueblos, y, dentro de ellos, los sectores más vulnerables (ancianos, niños, enfermos). El “Bloqueo” afecta a los sectores económico, financiero y comercial, aplicándolo el imperialismo yanqui con carácter extraterritorial contra empresas y países que se relacionen con los estados a los que se les impone este método criminal. Cuba desde octubre de 1960 resiste esta guerra no declarada. La República Popular Democrática de Corea lo hace desde 1953, y ahora también Venezuela padece este atropello ilegal.
Las muestras de descomposición moral del capitalismo son numerosas. Las necesidades de supervivencia de amplias capas de población de carácter popular, conducen a negocios del capital que merecen el desprecio y denuncia permanente por atentar contra la dignidad humana. Los negocios de la trata de personas, recupera las líneas del sistema esclavista de producción, y el de la donación de sangre se explota desde consideraciones económico-financieras. En este campo, también EEUU lidera mundialmente el tráfico. En estos momentos, EEUU suministran el 70% del plasma mundial, representando hasta el 2% de sus exportaciones totales. Entre 2016 y 2017, el aumento supuso el 13%, suponiendo una facturación de 28.600 millones de US$. Este negocio del capital se produce por las condiciones empobrecidas de una importante parte de la clase obrera norteamericana, donde hasta 37 millones de ciudadanos se acuestan con hambre. Son precisamente estos ciudadanos los principales donantes.
Pero no sólo el imperialismo yanqui muestra su agresividad. El polo imperialista que representa la UE, intenta estructurarse en el ámbito militar de forma autónoma con respecto a EE.UU. El proyecto de Defensa europea recogido tras el Tratado de Lisboa pretende crear un ejército propio que se organizaría en torno al PESCO (cooperación estructurada permanente) en el que ya trabajan 25 de los estados miembros. Este proyecto se inserta en la necesidad de acumulación capitalista del polo imperialista de la UE, a partir de la obligación de invertir en armamento, aumentar el número de tropas a disposición del plan y de contribuir con partidas especiales para diseño y fabricación de nuevos equipos armamentísticos. Es un proyecto para preparar la guerra.
Frente a este estado de la lucha de clases a nivel internacional, sólo la agrupación de fuerzas populares liderada por el Partido Comunista, garantiza éxitos contra la dictadura del capital. La formación del FRENTE MUNDIAL ANTIIMPERIALISTA (FMA) se convierte en una necesidad de los pueblos con unos ejes fundamentales que recojan: 1) La defensa de la soberanía nacional y la autodeterminación de los pueblos; 2) Solidaridad activa con cualquier pueblo agredido por el imperialismo, sin injerencias en los asuntos internos de los mismos; 3) Por el desarme, el cese de los conflictos y por la defensa de la Paz; 4) Por el derecho al uso y control de los recursos propios de cada país, según sus prioridades y decisiones; 5) Por la resolución de los conflictos sobre la base del diálogo, la negociación y el respeto a las decisiones del Derecho Internacional; 6) Por la defensa de la naturaleza bajo un modelo social y económico en equilibrio con ella; 7) Contra el racismo, la xenofobia, la discriminación de la mujer y en defensa de los pueblos migrantes. El FMA se constituye en la piedra angular de la lucha antiimperialista a nivel mundial.
El estado de parasitismo y putrefacción capitalista hace que los países que construyen el socialismo se convierten obligatoriamente en referentes de la clase obrera y de los sectores populares avanzados. La superioridad del Socialismo se muestra científicamente incuestionable. En esta trágica crisis sanitaria de la Covid-19, “sólo el pueblo organizado salva al pueblo”, y el pueblo sólo estará bien organizado cuando su Partido Comunista le oriente por el camino de su necesaria, innegociable y auténtica liberación.
A 29 de septiembre de 2020.
Secretariado Político del Comité Central del PCPE
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