La operación encabezada por Yolanda Díaz define claramente una reorganización del espacio político y organizativo de las fuerzas reformistas en España, frente a la que las fuerzas del campo revolucionario no podemos quedar indiferentes por muy diversos motivos.
Claramente, no es nuestro espacio político y es inviable la más mínima colaboración o complicidad con su proyecto, pero no por ello, deja de afectarnos su articulación y la más que probable consolidación del mismo en los próximos meses. Nada es estanco, mucho menos aun una candidatura que apelando a la defensa de un modelo social progresista convoca a los sectores más conscientes de la sociedad a unir sus votos para frenar el avance electoral de la derecha más reaccionaria de este país. Su propio proceso de conformación agita el terreno electoral de izquierdas y, por su propia dinámica y proclamas, provoca cambios sustanciales en la conformación de ese espacio político.
Por ello, se hace imprescindible un análisis de sus elementos centrales:
- El permanente llamamiento a la sociedad civil en el que apoya su articulación, aparta definitivamente a la clase obrera como sujeto político central del cambio social. A cambio sectores vinculados a la oligarquía obrera y la pequeña burguesía, se constituyen como permanente referencialidad de un discurso que ahonda en la importancia de su existencia (ayudas a las PYMES, potenciar a los “emprendedores”…) remarcando la necesidad de mantener un colchón social fundamentado en la mal llamada clase media.
- La convocatoria a la necesidad de realizar las “reformas” sociales necesarias para avanzar en un país con más equidad y justicia social, desconoce la imposibilidad de avanzar en esa senda de gestión progresista en la actual fase de desarrollo capitalista y. muy conscientemente, se sitúa en una ensoñación programática cuya única meta es su incumplimiento. Dicho de una manera más clara: mienten y lo hacen a sabiendas de ello.
- La reivindicación constante del valor del diálogo social y la conciliación de clases para el desarrollo de su modelo social, conlleva la doble negación de la lucha de clases y la movilización popular. Se niega el papel protagónico de las masas y se delega la defensa de sus intereses a la representación política en las instituciones y en la mesa de diálogo social por parte de los llamados agentes sociales.
- La búsqueda exclusiva de su legitimidad en las instituciones, conlleva una corresponsabilidad en su gestión. Ni rastro de crítica o cuestionamiento a ninguna de ellas. Definitivamente queda fuera del discurso cualquier crítica a la OTAN, UE, Euro, Poder Judicial, Fuerzas Armadas, cuerpos policiales… todos ellos cuentan con su complicidad.
- Su articulación liquida de facto a todos sus integrantes (Podemos, IU, PCE…) en un nuevo proyecto electoral donde lo colectivo queda limitado al acuerdo de sus dirigentes (Yolanda Díaz, Ada Colau, Mónica Oltra, Mónica García, Enrique de Santiago, Pablo Iglesias…) y donde las bases definitivamente ya no tienen nada que decir.
- Despeja el camino a la Casa Común de la socialdemocracia en un proceso de integración progresiva determinado por la subsidiariedad y perfecta complementariedad de lo “nuevo” con el PSOE, determinado por la experiencia del gobierno de coalición.
Ni por capricho, ni por ocupar un espacio político común y menos aún por considerar que su existencia sea determinante para el desarrollo de los planes de la burguesía, pero realizado este sucinto análisis de lo que aún está por venir, lo más importante es señalar los retos que tenemos por delante las fuerzas del campo revolucionario para enfrentar la nueva realidad que se abre espacio y a la que hay que dar respuesta
- En la tarea por movilizar a las masas (pueblo organizado en la defensa de sus intereses), enfrentamos la responsabilidad de disputar el espacio político, organizativo e ideológico al reformismo. Frente a su llamado a la desmovilización y a confiar todo a la gestión de los representantes institucionales, hay que levantar la bandera del protagonismo de las masas. Combate frontal entre dos concepciones diametralmente opuestas, pero que en gran medida compiten por un mismo espacio social.
- La lucha de clases y la clase obrera como elementos programáticos centrales frente al pacto social y el interclasismo. Ninguna concesión en detrimento de los derechos y necesidades materiales del pueblo trabajador. Por un Plan de Emergencia Social que haga frente a la realidad de pobreza que padece el pueblo trabajador fruto de la creciente desvalorización de la fuerza de trabajo y la precariedad. Según el Informe FOESSA de 2021 : 11 millones de personas viven en riesgo de exclusión social y solo un 42% de hogares españoles no expresa ningún rasgo indicativo de exclusión.
- Levantar banderas de lucha política desde las más diversas confrontaciones sociales que genera el capitalismo. Es imprescindible dimensionarlas estratégicamente para no incurrir en la estéril parcialización de las reivindicaciones que anula su alcance.
- La necesidad de ir conformando espacios de trabajo común que generen referencia de organización y movilización confiables para las masas y, a la vez, de encuentro entre compañeros y compañeras del campo revolucionario.
Desde el doble reconocimiento de la necesidad de confrontar con el reformismo gatopardista que representa el proyecto político de la Vicepresidenta del Gobierno y de generar análisis y propuestas orientadas a levantar el necesario entramado social y político capaz de propiciar y sostener, aquí y ahora, el complejo y radical conflicto de clases que conduzca a la derrota de la burguesía y su Estado, comprometemos nuestro trabajo militante.
15 de octubre de 2021
Comité Ejecutivo del PCPE
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