Se va diluyendo el glamour de la nueva socialdemocracia. Aquellos -cercanos- tiempos en los que todo era defender “a los de abajo” frente a los de arriba se manifiestan como locuras de juventud, una vez llegados a puestos de responsabilidad en la gestión del sistema capitalista.
Claro, que también es cierto -es bueno recordarlo- que Colau nunca habló de la clase obrera, sino de ciudadanos.
Ada Colau enfrenta una primera huelga de la plantilla del Metro de Barcelona y asoma bajo su edulcorada piel socialdemócrata una agresiva gestora de los intereses de las multinacionales. Eso de estropear la convención Mobile World Congress es jugar con las cosas de comer, y ya se sabe que las personas educadas no hacen eso.
Entonces la reacción, cuando el colectivo obrero no se contenta con una importante subida de treinta euros al mes, es la de actuar como una vulgar patronal cualquiera. La huelga se califica como “desorbitada”, y se publican los salarios que cobra la plantilla (en bruto, claro, para que parezcan mayores sus cuantías), para poner de manifiesto la ambición insaciable de quienes trabajan en Metro de Barcelona, cuyo trabajo consiste en transportar a millones de personas bajo su directa responsabilidad con una alta cualificación profesional.
Colau actúa como una patronal cualquiera; el ayuntamiento-empresa hace uso de su poder para defender a las multinacionales que han elegido su ciudad para pasarse unos días de fiesta y organizar el incremento de su expolio.
Se niega, entonces, el derecho de la clase obrera a defender una plataforma reivindicativa para mejorar sus condiciones de trabajo. Algo así como: “encima de que tienen trabajo quieren más sueldo, cuando deberían estar dando las gracias por lo que les pagamos”
Ada Colau se alinea con Díaz Ferrán y con Juan Rosell. Una patrona más, presionando a quienes trabajan para ella para que no pidan mejoras en sus condiciones de trabajo, y para que no ejerzan sus derechos sindicales.
¿Cómo queda toda la propaganda de la “nueva política” si al primer evento internacional que se celebra -donde la alcaldesa quería tener sus fotos con los jefes mayores-, el transporte público no funciona? ¿Entonces estas “nuevas” políticas son iguales que las “viejas” políticas? ¡¡ Vaya fiasco !!
La vieja socialdemocracia y la nueva socialdemocracia son iguales, el mismo cuento engañaobreros para que el capital continúe su proceso de acumulación de ganancias con el apoyo de la angelical representación democrática que ascendió a los cielos de los sillones municipales.
Se demuestra, en este caso también, la urgencia de formar un nuevo gobierno en España. Cualquiera de los ahora posibles trabajará para el capital. Cualquiera vale, independientemente de las diferencias de unos y otras.
Lo bueno de estos episodios es que la clase obrera va recibiendo el mensaje de que nada puede esperar de la nueva socialdemocracia. Cada día ese mensaje llega con más claridad.
Y eso ayuda al desarrollo de la lucha de clases.
La práctica es la verificación de la verdad, Carlos Marx.
Juan García Corredera
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