Son las 20:05h y el Ateneo Popular Jiribilla luce repleto. Más de medio centenar de personas abarrotan el local. El calor, habitual por otra parte en un mes de julio, obliga a extremar la organización. La Fundación Obrera de Investigación y Cultura, FOIC abre de par en par las puertas del ateneo para que la brisa de la tarde permita a
las y los asistentes sentirse completamente cómodos, mientras comienza la representación.
Después de la presentación del acto por parte de Javier Delgado, aparece en escena Lorenza Machín Alarcón, quien a lo largo de cerca de 40 minutos representa a Mercedes Pinto en la obra titulada “Exiliada”.
Vemos, sentimos, oímos la huella que deja el patriarcado en la infancia de una niña que crece y madura progresivamente como mujer en un ambiente familiar donde no entiende la causa de muchas de las situaciones que le tocó vivir. Injusticias de una época lejana en el tiempo, si se tiene en cuenta que se refiere a principios del siglo
pasado. Con gran maestría, Lorenza Machín logra hacernos comprender que, aquella niña fue capaz de convertirse en una mujer de vanguardia que el patriarcado trató en innumerables ocasiones de someterla a lo moral y socialmente aceptado por el mero hecho de ser mujer. Llegados a este punto de la mano de la actriz, la reflexión era inevitable… ¿Cómo es posible que el patriarcado esté tan presente ahora como hace casi un siglo atrás?
Lorenza conmovió a un público que, al finalizar la representación, expresó su sorpresa por el descubrimiento de esta gran mujer y agradeció el afortunado hallazgo de una desconocida a la que ahora podían poner nombre y apellido. Esa mujer omitida concientemente durante todo este tiempo se llamaba Mercedes Pinto Armas de la
Rosa y Clós. Nacida en La Laguna, Tenerife en 1883, Mercedes fue escritora, periodista y dramaturga entre otras muchas cosas. Luchadora en contra de la opresión de la mujer trabajadora y de la clase obrera en su conjunto. Incansable en su defensa de la educación como herramienta de emancipación del género humano.
Después de la representación de “Exiliada”, es inevitable no sentir la necesidad de conocer en profundidad la vida y obra de esta mujer. No sólo con la finalidad de calmar la curiosidad que Lorenza Machín es capaz de despertar entre sus espectadores y espectadoras, sino porque a partir de ese momento, uno se siente en deuda con el
pasado y con aquellas personas que fueron capaces de arriesgar y luchar por una realidad más justa para todos y todas. Difundir esta importante figura del feminismo de clase que, desgraciadamente, han querido invisibilizar durante tanto tiempo, se convierte hoy más que nunca en un compromiso.
Gracias Lorenza por este regalo llamado Mercedes Pinto.
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