Si algo está meridianamente claro es que el verano, para cada vez más trabajadores y trabajadoras, así como las épocas de festividades, no son días para descansar, relajarse, disfrutar del ocio o veranear. Son días para que nos exploten hasta la saciedad con contratos hiperprecarios y a contrarreloj.
Transcurrido el primer tercio de la temporada turística por excelencia, ni que decir que no hay EPA que por bien no venga para representantes y agentes comerciales del capital. La consigna que pretenden instalar en nuestras conciencias es que mejor trabajo sin derechos que paro. De ahí la celebración de esta última EPA. Pues bien, lo que ésta manifiestamente claro, es que el sistema ofrece trabajo temporal, sin derechos y paro. Todo ello al tiempo. Una cosa y otra son lo mismo en la medida en que las secuencias temporales entre una y otra cosa son tan breves como efímeras. Cuando no estamos en paro estamos con un empleo precario con fecha de caducidad (es decir, al borde del paro) y cuando estamos en el paro estamos al filo o los en días previos a ser víctimas de un contrato precario.
Al margen de toda la agitación y propaganda que despliega el poder burgués a través de portavocías oficiales y sus medios de comunicación capitalistas, la EPA da signos claros de la extraordinaria salud de “la clase capitalista”, del estancamiento y declinamiento general del capitalismo y de las condiciones de explotación cada vez más precarias y salvajes que sufrimos la clase trabajadora.
Este verano, como tantos otros, viene amenizado por la propaganda de la burguesía, contando muchos contratos (más que empleos), y sobre todo lanzando datos macroeconómicos con los que se pretende esconder el empleo en condiciones de sobreexplotación y con condiciones laborales absolutamente de miseria.
La reducción de la tasa de paro, que nos venden, tiene su base fundamentalmente en el desguace del empleo con derechos y en su sustitución por empleo precario. También se ha basado en la caída de la población activa. Ésta todavía se mantiene por debajo del valor de hace 4 años. Si en 2011 la población activa alcanzaba la cifra 23.081.200 en 2016 se sitúa el 22.875.700.
No toda reducción de la tasa de desempleo se corresponde con una mayor tasa de ocupación, que en este último ciclo de la crisis capitalista o bien está en recesión o bien estancada.
Por sectores la última EPA deja a las claras a que se debe ese nuevo “milagro” económico veraniego (y pasajero). En los sectores de la construcción y la industria sigue la sangría con más destrucción de empleo con los que incrementar los beneficios capitalistas con una mayor explotación. No hay más que ver las últimas agresiones que sufre la clase trabajadora por parte de la patronal en la factoría Ford de Almussafes o el nuevo despido colectivo que presenta Iberia que afectaría 1000 trabajadores.
Los últimos datos de la EPA del segundo trimestre de 2016 muestran una significativa caída de la creación de empleo (y contratos) respecto a datos precedentes de 2014 y 2015, lo que deja a las claras la volatilidad del empleo y la incapacidad del sistema capitalista de ofrecer un trabajo con derechos y un horizonte laboral estable. Si en el segundo trimestre de 2014 se contabilizaron 402.400 empleos precarios, en 2015 411.800 y en 2016 271.400. Menos y peores empleos, esa es la tendencia.
Prácticamente 1 de cada 2 personas jóvenes está en paro. Pero puestos a empobrecer, a miserabilizar y a negar el pan y la sal, que sigue manteniendo tasas de sobreexplotación superiores entre las mujeres trabajadoras, el capital no entiende de edades, sexo, ni de sectores, ni de nada. Vuelve a caer el empleo público al recortar las políticas públicas de contratación y rescindir los contratos del personal eventual de la administración, que crece por encima de lo que lo hace el empleo fijo.
Y mientras, la riqueza social medida en términos de PIB crece, y sobre todo crece el reparto de la tarta en favor de la oligarquía. Para que extraigan suculentos y extraordinarios beneficios, las condiciones de trabajo en coherencia se precarizan al extremo, laminando o suprimiendo cualquier derecho obrero en la guerra general y sin cuartel del capital contra el trabajo. La inmensa mayoría de los contratos laborales están en fraude de ley con la normativa legal vigente, que vela por los intereses capitalistas. Pero se ve que, al capital, ese conocido vampiro, no le basta, pues su objeto es exprimir al máximo nuestra capacidad para trabajar y poder apropiarse gratuitamente, robando como pueda, el máximo de la riqueza que la clase obrera produce. En el sector servicios especialmente, con un puesto de honor para la hostelería, cada vez cobran mayor importancia los contratos a tiempo parcial para jornadas laborales a tiempo completo con horas extras ilegales, de las cuales además, la mayoría – o todas- ni se pagan. En fin…, trabajo precario, trabajo sin derechos en múltiples formas y por encima de cualquier otro aspecto: más y más explotación.
Ya no son tiempos para prometer ni tan siquiera el falso pleno empleo. Son tiempos de la plena precariedad. El sistema capitalista es la evidencia manifiesta de la necesidad de explotar cada vez más a la clase trabajadora, al tiempo que expulsa a amplias capas de la clase trabajadora del acceso a condiciones de subsistencia elementales.
Por más que aplauda el capital y sus gestores ante un puñado de empleos veraniegos (precarios y pasajeros), la EPA vuelve a poner de manifiesto que hoy más de millón y medio de hogares obreros cuentan con todos sus miembros en paro. Un motivo más de rabia y furia obrera. Un motivo más para luchar y organizarse en la tarea revolucionaria de liquidar un sistema capitalista que se basa en la explotación del hombre y por el hombre y, en apostar colectivamente por su transformación en un modo de producción comunista sin clases, sin opresión y sin explotación.
Quique MC y Paco Q.
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