Una primera frase que pudiera resumir lo que más adelante iremos situando, sería que, a pesar de la gravedad de la coyuntura política, económica y social que viven los pueblos de Europa, la gestión de su realidad – de sus intereses y necesidades — la siguen confiando a sus verdugos.
La incapacidad de un sector mayoritario de pueblo, para identificar a los responsables de una realidad marcada por la guerra –aquí y ahora- y por una creciente desvalorización de la fuerza de trabajo, que se traduce en un inagotable ejército de trabajadores pobres, especialmente mujeres trabajadoras, jóvenes y migrantes, a quienes les es imposible llegar a fin de mes garantizando el pago de los gastos que se derivan de la reproducción de su fuerza de trabajo (vivienda, alimentación, transporte, salud y suministros), permite que su criminal dominación de nuestras vidas, aún se mantenga sobre un amplio consenso social.
Divididos en diversas fracciones que representan a las distintas expresiones del capital, la práctica totalidad de las múltiples propuestas del pantone multicolor del arco parlamentario, las que van desde la extrema derecha neofascista a cualquiera de las familias de la socialdemocracia, nos proponen lo mismo. Todas ellas, al aceptar el marco del Capitalismo y de la UE como el único posible, asumen ser los gestores que impongan disciplinadamente todas las exigencias de ajuste fiscal, privatizaciones y economía de guerra, que exige la agenda de los monopolios y el gran capital en Europa.
Esa es la realidad de la Dictadura del Capital, de esta falsa democracia de un Sistema que, en su decadencia, ya no tiene nada positivo que ofrecer a los pueblos.
Una realidad extrapolable al Reino de España, en la que tras las diversas cortinas de humo que han marcado la campaña electoral (corrupción y amnistía básicamente), existe un acuerdo absoluto en cuanto al desarrollo efectivo de las políticas que impone la Comisión Europea para garantizar el pago de la deuda y el sostenimiento del creciente gasto militar que impone la OTAN para el desarrollo de la guerra en Ucrania.
Nada hemos oído del fin de la moratoria fiscal, tampoco de la firma del Acuerdo de colaboración militar con el Régimen fascista de Kiev…, pero menos aún de la garantía del pago de los 70.000 millones de € que hay que devolver de los Fondos Next Generation, a través del Sistema Público de Pensiones, o de la más que posible movilización de tropa reclutada al frente de guerra, si así fuera necesario.
Sin embargo, la individualización de la dominación ideológica, que de forma cada vez más perfeccionada, se ejerce a través de los múltiples medios de propaganda que inundan nuestro día a día y anulan nuestra privacidad y rompen los espacios comunitarios que nos unen como clase, hace que aún no haya una respuesta contundente a sus planes de desmantelamiento de derechos y libertades.
Al margen de los votos de unos y otros y del avance de la derecha política y el retroceso de las opciones reformistas, lo importante para frenar la ola reaccionaria profundamente anticomunista que gangrena la sociedad y superar la decadencia política e ideológica del postmodernismo, es recuperar los espacios de lucha y organización del pueblo.
Reconstruir las estructuras de intervención y participación social para volver a situar lo comunitario y la clase por encima de la individualidad y de la meta realidad del algoritmo que nos domina y embrutece, es lo único que permitirá derrotar este periodo de retrocesos en el que la dominación ideológica del Capital nos sitúa.
La absoluta prioridad es propiciar la organización protagónica del sujeto revolucionario –del pueblo trabajador- en cada uno de los espacios desde los que es posible enfrentar la contradicción capital/trabajo y cualquiera de las múltiples opresiones que se expresan en esta sociedad.
Todo se gana luchando de forma organizada y todo se perderá si no se lucha.
En consecuencia, ninguna confianza en el juego parlamentario y en la posibilidad de situar en ese marco ninguna alternativa favorable para el pueblo, sino es porque responde a una dinámica de presión y movilización previa.
Solo la seguridad en la capacidad del Pueblo para derrotar al enemigo de clase, reside la firmeza de nuestro compromiso político para seguir trabajando a favor de un cambio de ciclo que – una vez aprendidas las lecciones del pasado y saber dónde acabó aquella ilusión que llenó las Plazas -, fundamente su fuerza únicamente en la organización del pueblo.
Solo en la fuerza telúrica de un Pueblo organizado, que se moviliza por la defensa exclusiva de sus intereses y necesidades, está la posibilidad de salir de este escenario de pobreza, destrucción y muerte en el que el único consenso social que se genera en esta sociedad, es que las siguientes generaciones vivirán peor que las actuales si todo sigue como hasta ahora.
Nuestro compromiso es estar ahí desarrollando el papel de Vanguardia que nos corresponde, asumiendo la responsabilidad de transmitir la ideología revolucionaria a los sectores más avanzados y conscientes del Pueblo, para convertir en un conflicto político con el Estado cualquier lucha obrera y popular.
Hoy es absolutamente prioritario volver a situar al Comunismo, al Partido Comunista, al PCPE y al PCPC en Catalunya-, en el centro del desarrollo de la lucha de clases.
Desde ese propósito del trabajo político que construya una creciente recuperación del protagonismo de la militancia comunista entre las masas, es desde donde vamos a realizar el necesario análisis autocrítico de nuestro trabajo electoral. Una consideración que más allá de las cifras, debe abordar la multitud de factores internos y externos que han incidido en ese resultado.
Un análisis que, igualmente, debe situarse en una consideración del nivel de conciencia de las diversas clases sociales respecto al parlamentarismo y sus consecuencias en cuanto a la participación electoral. Una valoración profunda, que no puede quedarse en impresiones superficiales, que busquen justificar la incapacidad de intervención en una reivindicación del actual abstencionismo, muy mayoritariamente apolítico y falto de conciencia, como base posible para el cambio revolucionario.
Tras las elecciones, el trabajo de masas, prioritariamente entre los sectores más conscientes y avanzados del movimiento obrero, debe ser el elemento central en nuestra política de alianzas para ir levantando referencias organizativas desde las que enfrentar la guerra imperialista y la dictadura del capital.
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