Cuando tanto va a escribirse sobre el triunfo electoral de Donald Trump, con un contenido absolutamente previsible, superficial o anecdótico, ajeno a la realidad de la lucha de clases, se impone hacer una consideración que, desde las categorías del marxismo-leninismo, las mismas que nos indican que el capitalismo, en su fase de desarrollo imperialista, se encuentra sumido en una crisis general de carácter estructural, valore lo que supone el triunfo de una opción cuya promesa electoral básica es “volvamos a hacer grande a América”. ¿Qué significa y qué alcance real tiene este llamamiento?
Pero antes que nada, un previo absolutamente necesario para entender la trascendencia del triunfo electoral de Donald Trump, es dejar claro que la opción del Partido Demócrata, para nada es una alternativa favorable, ni a los intereses y necesidades de las grandes masas trabajadoras de los EE.UU, ni a los de la soberanía de los pueblos y la paz en el mundo. La candidatura demócrata, plenamente identificada con el capitalismo más avanzado y globalista de los grandes fondos de inversión, solo confrontaba con el candidato republicano en cuanto a determinados aspectos de la gestión del capitalismo norteamericano en una batalla fratricida entre las dos principales fracciones que lo conforma. Se trata de un mero reemplazo de los gestores del capital, en el marco de una campaña electoral en el que los multimillonarios presupuestos de cada candidato, son absolutamente determinantes para la victoria de una u otra opción.
Por lo tanto, reafirmamos que, en el absolutamente antidemocrático sistema electoral norteamericano, tanto monta el Partido Republicano, como el Partido Demócrata en su posición de legítimos representantes del capitalismo de la potencia imperialista hegemónica desde el final de la II Guerra Mundial.
Pero situado este elemento previo, el objetivo de esta DECLARACIÓN DEL CE DEL PCPE, busca marcar posición sobre los elementos que con el triunfo de Trump, sí cobran una importancia determinante en la actualidad del complejo escenario político internacional, con consecuencias imprevisibles en cuanto a lo que puede ser su desarrollo más allá de las fronteras de los EE.UU, y que, por tanto, no pueden dejarse de tener en cuenta en ningún momento.
A saber:
¿Cómo ha llegado Trump a lograr esa amplia mayoría de votos? ¿Por qué el histórico caladero de votos demócratas del proletariado y las minorías negra y latina se han abstenido o, directamente, han votado por un multimillonario que proclama su rechazo a los sindicatos y su supremacismo WASP (blanco, anglosajón y protestante)?
No tiene ninguna interpretación sencilla, ni se puede limitar a confirmar que el evidente alejamiento de amplios sectores “progresistas” de los problemas reales de la población, al situarse exclusivamente en un discurso de identidades diferenciadas tan propio del posmodernismo, es la causa de ello. Es mucho más y hay que interpretar este posicionamiento absolutamente ilógico, de personas que se alinean con políticas objetivamente contrarias a sus intereses y necesidades, en el triunfo fulgurante de un discurso mesiánico de promesas de felicidad y abundancia material para los habitantes de una nación superior llamada a dominar el mundo. Soflamas fundamentadas en mentiras que, identificando siempre al enemigo en el más débil y en el otro, rompen las comunidades conformadas sobre la identidad de clase y sitúan solo al individuo ante la realidad manipulada que le impone el algoritmo, con el único “abrigo” de la nación para enfrentar su existencia en un contexto de creciente crisis económica.
Un escenario absolutamente funcional para los intereses de las clases dominantes que, en el contexto de las más grave crisis de hegemonía vivida por los EE.UU y el Dólar, necesitan conformar el consenso social que les permita implementar cualquier tipo de medida económica, política o militar que se diga necesaria para asegurar el objetivo de la supremacía absoluta de la nación “destinada” a dominar el mundo para garantizar el consumo de sus ciudadanos y volver a hacer realidad el “american way of life”.
Guerras imperialistas, saqueo y destrucción del medio natural, imposición de sanciones, aranceles comerciales para terceros, ilegalización de trabajadores para explotarlos más, desprecio a los derechos de las mujeres, negacionismo científico… caracterizan el programa que ha recogido el voto de casi 73.000.000 de norteamericanos, hombres y mujeres que, al margen de su realidad material y cualquier criterio ético, se sienten convocados a ser parte de la nación que lidere el mundo para el único beneficio y disfrute de sus ciudadanos. Exactamente el mismo proceso social, político e ideológico que llevó en 1933 a 17.277.180 alemanes a votar a Hitler.
Caracterizando con absoluta claridad a Donald Trump como un nazi supremacista, es lógico levantar todas las alarmas ante lo que puede ser su política exterior para enfrentarla desde la realidad de lo que es y representa, sin engaños, ni consideraciones erróneas sobre su voluntad de ejercer su dominación imperial sin el recurso a la guerra. Avanzar en la articulación del más amplio Frente Mundial Antiimperialista, es absolutamente urgente para defender la paz y la soberanía de los pueblos y es un propósito para el que el PCPE destinará todas sus capacidades y recursos.
Pero más allá de este hecho gravísimo, el triunfo de Trump evidencia que las nuevas formas que adopta el fascismo en el siglo XXI –el que ya avanza sus posiciones en tantos países en estos momentos-, hacen de él una hidra de múltiples cabezas cuyo único denominador común es un profundo anticomunismo y el más descarnado ejercicio de la dictadura del capital enfrentando a la clase obrera y al conjunto de sectores populares, en beneficio exclusivo de las oligarquías dominantes. En este sentido, resulta imposible ignorar el significado del apoyo a su campaña del multimillonario racista Elon Musk, pues en su persona se representa, no solo lo más execrable de la burguesía como clase, sino su absoluta decadencia en la fase de desarrollo imperialista del capitalismo.
Sin embargo, esta realidad triunfante de un capitalismo situado en un nacionalismo económico anacrónico, pese a que puede servir para los intereses inmediatos de la dominación imperialista, tiene un corto recorrido en la lógica de desarrollo del propio capitalismo y, más pronto que tarde, habrá de renunciar a algunos de sus planteamientos más proteccionistas.
El proceso de internacionalización del capital, no conoce de fronteras que limiten su acción en pro de determinados falsos intereses nacionales que solo benefician a una fracción del capital y limitan su extensión internacional a través de paquetes de acciones en las mayores empresas del mundo. Es, mal que les pese a Trump y a sus émulos fascistas, la lógica de desarrollo del capitalismo que solo detendrá el poder de la clase obrera en el marco de la batalla final entre el Socialismo y la Barbarie.
Igualmente, y no menos importante su consideración, son las consecuencias que para la Unión Europea y el estado español se derivan de la victoria de Trump: la política arancelaria, la supremacía del dólar y la exigencia de asumir íntegramente el coste de la guerra de la OTAN en Ucrania, serán cuestiones que afectarán a la realidad material de la vida de la clase obrera y de los sectores populares del estado español, sin que sea de esperar la más mínima reacción por parte de la UE, ni del gobierno del PSOE/SUMAR a estas consecuencias. La continuidad en el carácter servil que han mantenido hasta el momento, siendo los perfectos “lamebotas” de la máxima potencia imperialista, está garantizada.
Por ello, es que se vuelve a reafirmar la necesidad de dar todos los pasos necesarios que, frente al deterioro material de las condiciones de vida de las masas trabajadoras, las guerras imperialistas y el avance del fascismo, sean capaces de sentar las bases de la necesaria contraofensiva obrera y popular en defensa de los intereses del pueblo trabajador, en definitiva, de la Vida
11 de Noviembre de 2024
Comité Ejecutivo del PCPE
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