Es una expresión frecuente, ante el agravamiento de la explotación capitalista en el marco de su crisis general, esa de que “estamos volviendo al siglo XIX”. Puede ser una expresión que se utilice como imagen gráfica, pero que en nada se corresponde con la realidad, e induce a conclusiones erróneas.
Lo que está viviendo hoy la clase obrera española no es otra cosa que el capitalismo realmente existente en el siglo XXI; más exactamente, el único capitalismo posible en el siglo XXI.
Los acontecimientos que conocemos a diario nos ofrecen innumerables y evidentes ejemplos de esta afirmación, que hacemos con rotundidad.
El VII informe FOESSA (Cáritas), publicado recientemente, nos facilita algunos datos de cómo la crisis capitalista está degradando las condiciones de vida de la clase obrera y de otros sectores populares, e incluso de una fracción de la pequeña burguesía. El dato más contundente constata que a finales de 2013, había en España 11.746.000 personas en situación de exclusión. Exactamente una persona de cada cuatro, y un tercio más que antes del inicio de la crisis en el verano de 2007. Un tercio de la población joven del país vive en hogares excluidos.
Al mismo tiempo aumentan las personas multimillonarias en nuestro país. Un informe sobre la riqueza en el mundo1 de 2014 constata que en España se han incrementado en 16.000 las personas que disponen de más de un millón de dólares en activos susceptibles de inversión, llegando a un total de 161.000 personas con dicho nivel de riqueza.
Se constata así un trasvase masivo de rentas del trabajo a rentas del capital, en el contexto de la crisis. Como sostenemos, las crisis capitalistas impulsan y aceleran el proceso de concentración y centralización del capital. El capital monopolista crece y se fortalece, alcanzando un nivel superior de control de los sectores económicos estratégicos.
En esta situación el gobierno Rajoy aprueba un presupuesto para la compra de armamento por importe de diez mil millones de euros en los próximos diez años, cantidad que hay que sumar a los gastos ordinarios anuales del Ministerio de Defensa. Al mismo tiempo la cantidad destinada al pago de la prestación por desempleo sufre un drástico recorte en los Presupuestos Generales del Estado, y no como consecuencia de la disminución del paro, sino como consecuencia de que una fracción importante de la población parada ya ha agotado su derechos a percibir tal prestación.
Para dibujar alguno más de los rasgos generales del capitalismo español hay que señalar el aluvión de episodios de corrupción que implican a representantes políticos y empresarios. Una nada disimulada alianza en la que las empresas compiten entre ellas para tratar de mantener una posición de ventaja en la acumulación de capital, recurriendo a cualquier tipo de trampas y componendas, sin límite de principios éticos.
¿Puede el capitalismo español escapar a esta lógica interna? ¿Es posible reformar este capitalismo, convirtiéndolo en otro mejor?
Veamos cual es la lógica interna del sistema que da soporte a este conjunto de situaciones.
El gobierno oligárquico-burgués usa su poder para cargar sobre las espaldas de la clase obrera el peso de su crisis. Se imponen las políticas de recorte, la reducción del precio de la fuerza de trabajo y las privatizaciones masivas. Se realiza un trasvase masivo de fondos públicos a propiedad privada capitalista. Se recortan las políticas sociales y las prestaciones por desempleo para destinarlas a financiar a la banca en quiebra. Se expropia a la clase obrera de todos sus bienes, especialmente la vivienda, y también a sectores de autónomos y pequeña empresa, que pierden sus máquinas y edificios a favor del capital monopolista a precio de saldo.
El imperialismo español necesita mantener su posición en la cadena imperialista internacional, y ello no se puede hacer sin participar en la OTAN con un armamento modernizado de última generación. Por ello se asigna ese gigantesco y parasitario presupuesto militar de diez mil millones.
Pero como, aún así, todas esas medidas no consiguen sacar al capitalismo español de su profunda crisis económica, las empresas pugnan entre ellas por la consecución de los pocos contratos que saca la administración pública. Las oportunidades económicas para las empresas son tan limitadas que la gran mayoría de ellas está dispuesta a pagar cualquier tipo de comisión con tal de obtener esos contratos. Así aparece la contraparte de la corrupción, que está formada por los representantes públicos en esas instituciones burguesas, a los cuales se les presenta la gran ocasión para su ilícito enriquecimiento personal, y se cierra el círculo.
Toda esta operativa no está determinada por la disposición personal de ninguno de sus protagonistas, sino que son las necesidades internas del sistema de acumulación de capital las que llevan tanto al aumento de la explotación, como al empobrecimiento de la clase obrera, como al enriquecimiento de la oligarquía, como al aumento del gasto militar y a la reducción de los fondos del desempleo, y, finalmente, a la corrupción generalizada de la representación política de la burguesía.
Las organizaciones reformistas hacen propaganda de sus soluciones sin necesidad de derrotar el capitalismo, sin que la clase obrera tome el poder. Pero el capitalismo no puede sustraerse a su lógica interna, a sus leyes inexorables. Y más en este capitalismo en fase imperialista, donde el proceso de internacionalización del capital implica una coordinación de los grandes capitales monopolistas a nivel mundial para imponer férreamente sus leyes. Solamente una respuesta, igualmente internacional, de la clase obrera puede abrir el camino a una salida diferente. No hay ningún margen dentro del sistema capitalista para resolver las condiciones de explotación y pobreza de la clase obrera y otros sectores populares, no hay marcha atrás en el capitalismo hacia la recuperación del estado del bienestar y otras políticas sociales.
La clase obrera no puede esperar nada del sistema capitalista. El capitalismo es un sistema senil y en descomposición que nada puede ofrecer ya a la clase obrera. En el capitalismo se ha construido ya la base material necesaria para la construcción de la sociedad socialista. Ese es el factor que determina históricamente su final.
La tarea del día es organizar la lucha revolucionaria de masas del proletariado por el poder obrero y la construcción del socialismo-comunismo.
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