El día 5 del mes en curso se cumplen 80 años de la revolución de Ochobre, hito que ha quedado grabado en la memoria colectiva de la clase obrera española, y especialmente entre los trabajadores asturianos. Ochenta años después se sigue recordando esta fecha por la clase obrera española y los trabajadores asturianos con especial emoción, y no por la trascendencia histórica del hecho, ni por las heroicidades de las que dio prueba el proletariado asturiano durante y después de la revolución, ni por la solidaridad de clase mostrada en cada rincón de España con los revolucionarios asesinados y represaliados por la reacción; sino porque la clase obrera que en 1934 se lanzó a las calles con las armas a combatir al fascismo que pretendía instaurar en nuestro país la dictadura terrorista de los terratenientes y la oligarquía, anhelaba las mismas aspiraciones de emanciparse de la explotación capitalista que busca la clase obrera hoy, en el marco de un capitalismo agonizante que somete a los trabajadores y a los sectores populares a unas condiciones de vida miserables, en las cuales las masas populares son la carnada sobre la que el capital monopolista trata de perpetuar su sistema de dominación.
Ochobre´34 se ha convertido en un referente para la clase obrera, porque por primera vez las clases dominantes vieron como temblaba el suelo bajo sus pies ante al avance de las columnas de mineros que iban a tomar Oviedo. Porque por primera vez los trabajadores y el pueblo tuvieron en sus manos el poder, tomaron el cielo por asalto para expulsar a los parásitos y explotadores que durante siglos habían mantenido a nuestro pueblo en la ignorancia y la servidumbre.
Hoy desde prácticamente todas las organizaciones de la denominada izquierda se recuerda esta fecha, pero no todas estas organizaciones lo hacen de la misma manera. La socialdemocracia tradicional (PSOE) trata de pasar de puntillas sobre los acontecimientos de Ochobre, evitando hacer una valoración de los mismos. La moderna socialdemocracia (IU-PODEMOS) tratan de justificar el levantamiento obrero y popular, tal y como si fuera necesario exonerar de algún pecado a los trabajadores y trabajadoras que en 1934 se alzaron contra el bloque dominante para tomar los designios de sus vidas en sus manos.
Todos ellos, abordan el proceso revolucionario de Ochobre desde una perspectiva memorialista y una posición defensiva. Estas posiciones no son casuales, ni responden a la presión que ejercen los medios de comunicación de la burguesía para condenar la supuesta “violencia” ejercida por los revolucionarios de Ochobre. Responden al carácter de clase y al papel que juegan como agentes de la burguesía en el seno del movimiento obrero. Ni la oligarquía ni sus acólitos colaboradores entre la clase obrera, pueden borrar de la memoria colectiva de los trabajadores y trabajadoras que ha existido un Ochobre´34, y se ven obligados a abordar el debate, pero lo hacen desde una perspectiva historicista para que las conclusiones del mismo puedan ser validadas por las clases dominantes hoy, y para que éstas no contribuyan en el desarrollo de la conciencia de clase de las masas de trabajadores. A esta perspectiva memorialista e historicista le añaden la posición defensiva, es decir explicar el proceso revolucionario de Ochobre sobre las aspiraciones de las organizaciones reformistas del momento (UGT-PSOE) que no eran otras que las de consolidar la república burguesa y provocar un cambio de gobierno ante el avance de la coalición de derechas (CEDA).
De esta manera explican los acontecimientos de Ochobre como consecuencia exclusiva del avance del fascismo, evitando hacer referencia a las exigencias y reivindicaciones que los trabajadores que se habían lanzado a combatir en las calles habían plasmado en un programa de lucha concreto y unificado; cuestiones tales como la reducción de la jornada laboral, el incremento de salarios, la nacionalización de sectores de la economía, la expropiación a los grandes latifundistas, el control obrero de la producción…, todas aquellas medidas que tras el 14 de abril de 1931 quedaron sin hacerse efectivas y que provocó la desafección, en cierta medida, de las masas obreras hacia lo que se denominó el bienio reformista (1931-1933).
Frente a estas posiciones claudicantes de la socialdemocracia y el reformismo del siglo XXI que lo único que pretenden es situar a la clase obrera en una posición defensiva y resignada diciéndoles que el camino iniciado por los revolucionarios de Ochobre no es válido para nuestros días, sino que la clase obrera debe luchar en el marco de la democracia burguesa, en su parlamento o en “democráticas” asambleas ciudadanas bajo la dirección de pequeña-burguesía, y no en las calles ni en los centros de trabajo, ni en las carreteras como los mineros, ni con las “viejas” formas de lucha, ni con el objetivo de quebrar la posición dominante de la oligarquía, sino de “humanizar” el capitalismo; el Partido Comunista de los Pueblos de España asume las palabras pronunciadas por José Díaz (Secretario General del PCE desde 1932 hasta 1942) cuando afirmaba: “ Nosotros, el Partido Comunista, comprendemos muy bien que ciertas gentes se desentiendan de las responsabilidades del movimiento. Y si nosotros no saliéramos a la plaza pública a gritar a pleno pulmón que todo cuanto hicieron las masas revolucionarias de Octubre, es un hecho glorioso…, parecería como si estos hechos gloriosos constituyeran una vergüenza que tenemos que ocultar”.
Desde el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) enfrentamos la conmemoración de los acontecimientos de Ochobre no solamente con el mismo orgullo que siente la clase obrera por las muestras de heroísmo proletario que impregnaron a la revolución, sino que también abordamos este glorioso episodio de la historia de nuestra clase a la ofensiva, sacando conclusiones efectivas para la lucha clases contemporánea. El hecho de que la insurrección en Asturies obtuviese el éxito que no alcanzó en otras zonas de España no se debe a una serie de casualidades fortuitas, sino que se explican por el mayor desarrollo en nuestra región de una serie de elementos políticos de gran importancia no sólo para los trabajadores de entonces, sino también para los trabajadores que hoy se enfrentan todos los días a la barbarie capitalista.
En Asturies las intenciones de los dirigentes reformistas no eran diferentes a las de los dirigentes del resto del Estado descritas arriba, ni existía una mayor preparación desde el punto de vista organizativo que en otras partes. Lo que sí prendió en nuestra región durante los meses previos al llamamiento a la huelga general revolucionaria fue la necesidad de unidad de acción entre las fuerzas revolucionarias, unidad de acción que no es únicamente testimonial debido a que la consigna de frente único del proletariado es recogida por masas de trabajadores, y desarrollado por los cuadros del Partido Comunista en las Alianzas Obreras y Campesinas. Junto este elemento de gran importancia política, también es necesario destacar el papel jugado por los trabajadores mineros que una vez se lanza la consigna, se hacen con las armas necesarias para llevar adelante la revolución. Ambas condiciones permitieron que la dirección efectiva del proceso revolucionario en Asturies estuviera en manos de las masas obreras arrebatándoselo a los dirigentes que estaban dispuestos a capitular, en el mismo momento que fracasa la insurrección en Madrid y Catalunya. Pero a pesar de ello, a pesar de que la conciencia revolucionaria entre las masas trabajadoras se había desarrollado enormemente al calor de la confrontación, a pesar de las muestras heroísmo de los trabajadores y trabajadoras asturianos, el proceso revolucionario estaba condenado al fracaso si el resto del proletariado en el conjunto del estado, no era capaz de lanzarse de nuevo a la lucha, tal como sucedió. Ello permitió a la reacción concentrar todas las fuerzas represivas en Asturies y ahogar la revolución socialista en sangre, desatando la más feroz represión.
La revolución de Ochobre nos proporciona aún hoy importantes enseñanzas para las próximas luchas que tendremos que afrontar los trabajadores y trabajadoras. La necesidad de unidad obrera con una orientación clasista, combativa, y no pactista y conciliadora. Que esta unidad desarrolle estructuras organizativas que canalicen la participación y dirección de los trabajadores en la lucha. Que esto permita a los trabajadores recoger experiencias concretas y alcanzar victorias parciales que sumen al acumulado colectivo. Que la lucha tenga una dirección revolucionaria, que los trabajadores a través de la práctica sepan identificar sus intereses de clase y desterrar a aquellos que bajo “ropajes obreros” representan a la burguesía. Que ante el desarrollo de la crisis capitalista y la ofensiva de la oligarquía es fundamental fortalecer las posiciones de los trabajadores, y para ello es necesario reforzar las filas del Partido de la clase obrera, el Partido Comunista.
TODO PARA LA CLASE OBRERA
U.H.P.
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